Crónica del cambio en la secretaría de salud
Miguel Ángel Huerta Mixca, analista sanitario, nos narra un cuento de hadas.
Érase una vez un castillo en algún lugar del tiempo...
El miedo al cambio se respiraba en el ambiente...
¿Será fulano...? ¿Será perengano...? ¿Cómo será el próximo rey?
La muchedumbre enardecida afuera exigía en una canasta la cabeza del antes gran señor todo poderoso, imitando a los Galos en 1789 cuando llevaron al patíbulo a los Luises.
Como ofrenda pública y en escarmiento a su desempeño, el líder pretendía colgar la presea (cabeza) quizás en algún reservado y especial lugar del Paseo Bravo igual junto al gallito a la vista de todos.
No sabemos. . .
Tango & Cash (Pimpilín y Lagrimitas, como quieran verlo), mosqueteros de 15 años del reino, maniobraban intentando sofocar la rebelión sin dirección alguna. El jefe tenía horas perdido; dicen las malas lenguas que encontró la puerta falsa y, siguiendo el ejemplo de Fulgencio Batista en Cuba quien, ante la inminente llegada de Fidel Castro, simplemente desapareció. . .
El bastión fue rendido a su nuevo general...
No hubo digna entrega de la espada del vencido...
Y a diferencia de los temidos revolucionarios cubanos (barbados y harapientos), insurgentes rasurados y finamente educados se alojaron en las instalaciones.
“Vamos a trabajar”, (ya era hora que alguien empezara así). “Aquí lo que importa son los resultados”, y el ambiente antes oscuro fue iluminándose seducido poco a poco por el encanto, la preparación, la elocuencia y la educación poco habitual vista por estos lugares.
Quizás no gobierne un médico la salud en estas tierras. . .
Pero los servicios sanitarios de nuestro estado, de nuestro pueblo y de nuestras familias definitivamente van a estar en manos de un preparado e indiscutible caballero.